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lunes, 25 de mayo de 2009

¿En qué estaban pensando? Los chilenos y el combate de Iquique


Habiendo pasado el 21 de mayo, la Benemérita, Real y Pontificia Asociación Mayor de Historiadores de la Región Lima Metropolitana ha decidido estudiar el famoso combate naval de Iquique. Ahora, claro, se podrá decir que por limeños (y por ende peruanos) vamos a rajar de los chilenos. Descuiden, habrá un momento para rajar de los peruanos también (¿Por qué no negocian después de perder Tarapacá? Idiotas). Procedamos.

La cuestión con las guerras, es que la Benemérita, Real y Pontificia Asociación Mayor de Historiadores de la Región Lima Metropolitana tiene una postura de frío cálculo que intenta superar el paradigma romántico-irracional que permeaba el siglo XIX y las posturas nacionalistas actuales. Creemos que es aceptable sostener una posición siempre y cuando haya alguna posibilidad realista de obtener algún tipo de mediano éxito. Intentar defender una posición insostenible es una locura. Y es una locura que llega al plano de lo inhumano, pues en aquel acto uno está sacrificando la vida de personas por las puras huevas.

Esto es lo que sucede en Iquique con los chilenos. Por lo general, el elogio es a Arturo Prat, por valiente, mientras que la percepción de Condell es medio ambigua, dado que en principio huye (en realidad, sin orden al respecto por parte de Prat, comandante de la división). Nosotros proponemos lo contrario: Condell es el racional y Prat, el irracional. ¿Por qué aseveramos esto?

En Iquique se enfrentan los dos peores barcos chilenos contra los dos mejores barcos peruanos. Y la diferencia era muy notoria. La Esmeralda era poco más que un museo flotante y la Covadonga no le hacía daño ni a un caballito de totora. El Huáscar y la Independencia, en cambio, eran acorazados modernos. Los chilenos no tenían absolutamente nada que hacer.

¿Pero no sería racional sostener la posición mientras llega el resto de la flota chilena para destruir a los acorazados peruanos? Podría ser. Sin embargo, la flota chilena había partido días antes en dirección al Callao, y a todas luces se encontraba a centenares de kilómetros de distancia. No había resistencia que pudieran ofrecer los chilenos que ganaría suficiente tiempo como para que llegaran. La llegada de refuerzos que cambiaran el equilibrio de fuerzas en el combate era una imposibilidad. Básicamente, los chilenos fueron.

Condell hizo lo que racionalmente correspondía hacer. Zafó cuerpo. Sacó a la Covadonga de Iquique y trató de salvar esa unidad para pelear otro día. Es cierto que Prat en realidad no tenía la misma opción. Tan inútil era la Esmeralda, que en cuanto se dio la orden de moverla para trabar combate su motor explotó, dejándola casi inmóvil.

¿Qué hacer en semejante situación? Una opción es arriar la bandera y entregar el barco al enemigo. Ok, una cosa es ser racional, y otra ser pusilánime. Rendir el barco, no; aun siendo cierto que la Esmeralda era tan obsoleta que de poco le serviría a los peruanos. Otra opción es ofrecer una resistencia token. Librar una descarga y de ahí hundir el barco para que no caiga en manos del enemigo. Así no quedas tan mal, y salvas las vidas de los doscientos hombres (y niños) que tienes bajo tu mando. Normal. Todos sabían que si la Esmeralda luchaba contra el Huáscar, no le haría nada (tal como ocurrió), pues sus cañones no tenían la menor posibilidad de penetrar el blindaje del acorazado peruano.

¿Qué decide hacer este personaje? Sacrificar las vidas de sus tripulantes por las puras huevas. Se pone a mechar contra un barco infinitamente superior al suyo, sabiendo bien que sus hombres morirían sin lograr nada. Y en efecto, nada lograron. Los disparos de la Esmeralda impactaron numerosas veces en el Huáscar sin jamás hacerle poco más que quiñarle la pintura. Al final del día, murieron ciento cincuenta hombres y niños chilenos solo por hacerse los valientes. Por las puras. Bueno, murió un peruano. 150 a 1. Definitivamente valió la pena.

Ahora, no faltará quien diga que la prolongada resistencia de la Esmeralda fue lo que permitió la huida de la Covadonga y que los peruanos terminaran perdiendo la Independencia. Puede ser. En efecto, el combate parecía un combate entre Dumb and Dumber. La Esmeralda le daba al Huáscar, pero no podía penetrar su blindaje. El Huáscar podía reventar a la Esmeralda, pero sus artilleros no daban en el blanco. Parecían delanteros de la selección.

Pero la cuestión es que Prat no tenía cómo saber que eso iba a pasar. Primero, no sabía que los artilleros peruanos iban a ser tan malos. En realidad condenó a su tripulación a morir a cañonazos, solo que no lo hicieron por falencia peruana. Y segundo, no tenía cómo saber que la Independencia se iba a destruir sola. Ganó tiempo para algo que no debió suceder y que estaría loco para creer que ocurriría. Bajo cualquier evaluación lógica y racional, sacrificó a sus hombres por las puras.

Aun así, habrá quienes digan que este caso más bien demuestra que uno nunca sabe lo que puede pasar, así que hay que pelear como tigres siempre. Bueno, si eso creen, allá ellos. Simplemente esperamos no pelear a órdenes suyas jamás.

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